Aborto de democracia
Por Santiago Costa
Las argentinas y argentinos asistimos a otra sesión de electroshock democrático.
Son jornadas que se viven como una final y donde todos sienten que se juega la historia, la libertad, la patria o la igualdad.
Los que apoyan la despenalización del aborto, pero creían que la sesión fracasaría en senadores, se basaban en una intuición histórica: no es lo mismo senadores que diputados.
Lo que suena como una verdad de perogrullo no lo es: las instituciones son herramientas de estabilidad, pero también un muro de contención de las mareas sociales. A veces hay que ganar dos veces -y por mucho- para ganar ahí.
La verdad histórica
Los argumentos a favor de la legalización del aborto son abrumadores. Es un asunto de salud pública, de mortalidad, de derechos civiles y una tendencia mundial.
Sin embargo, es un error pensar a los opositores «celestes» como netamente conservadores, de derecha, eclesiásticos, autoritarios y demás. Eso es una generalización, que suele llevar al error. La postura «pro vida» también es popular, si tomamos ambas acepciones: masiva y de sectores pobres.
El verdesperanza ganó en diputados por la construcción de la coalición social que impulsó la demanda: transversal a todos partidos, con numerosas organizaciones civiles detrás y un empuje generacional digno de ver, que le sumó una inédita y poderosa sororidad.
Aunque es verdad que los diputados se eligen en boletas provinciales, responden al pueblo de la nación, tal como éste se manifiesta hoy: en los partidos políticos y la opinión pública. Responden a mayorías nacionales, que se sienten en la calle.
Pero las calles del senado son provinciales. Los senadores responden a sus gobernadores -si son del mismo signo-, a los poderes permanentes provinciales y a la presión de los vecinos «del pago», que suele ser importante.
Tendría que haber sucedido un escenario similar al de la 125 -cuando saltaban del barco de un presidente poderosísimo gran cantidad de sus marineros- para que en el senado se plante un duda que altere la tendencia, que evidentemente el 129 a 125 en diputados no plantó.
Será
La lucha del movimiento feminista y todos sus adherentes han logrado un nuevo nivel de conciencia civil en la sociedad argentina. Quizás ya estaba generacionalmente instalado, pero ahora se cristalizó. Es un nuevo piso.
La ley de interrupción legal del embarazo será aprobada en el Senado, tal vez cuando vuelva a presentarse en el 2020, tal vez cuando cambie la composición de la Cámara. Seguramente los próximos candidatos a senadores deban definirse sobre el tema durante la próxima campaña.
Es verdad que la gran mayoría de senadores que se opusieron a la ley provienen del norte grande argentino. Allí habrá que reforzar la sociedad civil verde, si es que hay voces acalladas y no una convicción popular. Si el senador representa el sentir mayoritario de su provincia, no hay mala praxis democrática. Sin embargo en la capital federal, laica por excelencia, dos de sus senadores votaron celeste.
Cuando un momento es decisivo, la derrota suele desmoralizar. Pero hay que recordar que la democracia es mayorías y perder por poco muchas veces es ganar. En democracia todo es posible con iniciativa y paciencia. Faltó poco. Falta poco.